escribiendo...

Sí, estoy escribiendo. Escribiendo de verdad. Escribiendo mí novela. Púdranse de envidia, escritores bloqueados del orbe.

Ni mis luces en este H. blog porque, primero, me he mudado a un sofisticado y apartado pueblo en medio de la nada, al cual solo le falta una canción de Tom Waits y un puto cardo rodante para ser
oficialmente aburrido. No hay mujeres, no hay chicos, y (mierda) NO HAY INTERNET. Ergo, no tuiteo, no feisbuqueo y desde luego no posteo.Así que ocupo mis raticos de ocio en leer el montón de libros que dejé en el estante (y no debí hacerlo nada mal, terminé diez en una semana, aunque la mitad fueron una cutrada. Gracias Gemma Malley por hacer popis con un genial argumento). Tuve tiempo para hacerme double features con todas las películas que no había terminado de ver, me habían aburrido, o bien estaba demasiado empastillado para entender un pico de los subtítulos en esperanto. Flipé con Being John Malkovich. Repetí Reservoir Dogs como catorce veces el mismo día, hasta que perdí las ganas de hacerle el amor a Steve Buscemi.

¡Y, carajo,
comencé mi novela!

La había iniciado en abril del año pasado, en una pintoresca casa de campo en Hidalgo donde aún no me explico como terminé bebiendo whisky (puaj) y durmiendo entre plumas de ganso: era una simplona una historia creepy a la que daba vueltas desde hace meses. Y, okey, lo que escribí entonces fue una mierda. Sabía que la historia tenía un potencial y una pasión que me guardo para tramas realmente cojonudas, decidí almacenarla en los sucios rincones de mi memoria. Y durante catorce meses, en vez de que mi mafufada Saramago-meets-Palahniuk-meets-Kundera se empolvase junto a los storyboards de porno gore, la hice macerar y crecer bajo mi materia gris. Prácticamente escribí en mi cabeza, y como las páginas en blanco que tejen mis neuronas son mas fáciles de quemar, desarrollé un pánico insoportable a las páginas en blanco que puedo tocar y teclear.

Y hace tres semanas, por fin, quemé las páginas de mi cabeza y comencé con las reales. Esa debe ser la razón mas vívida para pasarme por los cojones mis redes sociales en estos días. Necesito escribir aún mas que respirar o quejarme. Necesitaba abstraerme con todos los sentidos para mi historia. Los escritores no hacen la historia, sirven a la historia. Y esta en particular exige mucho de mí. Supongo que es el mismo sufrimiento de siempre con un distinto nombre. Como masoquismo en nombre del Arte, o algo así.

Pero vaya, estoy escribiendo de verdad, como no lo hago desde hace tanto. Y esto también debe ser una nueva clase de placer...

"La mañana del fin del mundo, diez dedos en un par de pies se detienen sobre la acera húmeda. Entrechocan, dudan, se hielan. Los pies pertenecen a un cuerpo, todo glándulas, tejidos, glóbulos, monóxido, glucosa y vísceras. El cuerpo se estremece, castañea como un copo de nieve. El cuerpo pertenece a un médico, cédula profesional renovada, especialista en cardiología, jefe del área de cirugía en el hospital central. La mañana del fin del mundo, el médico se hace añicos con el viento..."
´
Me la chupas, Dave.

1 comentarios:

Danlesac dijo...

Cuando lo publiques me avisas. Quiero leerlo.

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