cosas al azar (5) vol. 1.


(1) Ya se me acabaron los pretextos para dejar de postear. En cambio, se me ocurren varias decenas de razones para angustiarme por eso. Ignorad mi asombrosa capacidad de culpa y remordimiento: no pocas veces escribir la letanía de chorradas en turno me ha supuesto un alivio que ni la mejor de las puñetas puede proveer.

En realidad, estoy posteando porque en sólo unas horas vuelvo a enfrentarme con el mismo examen que me jodió la vida y me pasó los genitales por la cara. Me siento como Bill Murray en Groundhog Day, o como la prota de Before I Fall, o como Kylie Minogue en su Come into My World, o como ese cuento de Stephen King, donde la narradora está condenada a repetir los minutos previos a su muerte por los siglos de los siglos. Igual y no estoy tan jevi, pero no creo esa mierda de aprender de tus errores. Los errores matan. En muchas y sorprendentes formas.



(2) Últimamente he entrado en mood fashionista, del tipo que recorta páginas de Vanity Fair para hacer collages en las paredes de su cuarto y babea sobre jeans y cinturones que ni todas las donaciones de esperma del mundo podrían pagar. Joder, que incluso he entrado a C&A, con la misma sensación experimentada por un mozalbete que no ha soltado las Yu-Gi-Oh! al entrar a un burdel. Tampoco es como si yo fuese del tipo ecologista chunga, vistiendo camisas fabricadas en Colombia con hojas de marihuana y lavándome el pelo cada sexenio, pero la ropa y el buen vestir me son desproporcionadamente indiferentes. Sigo creyendo que mi adolescencia se retrasó unos seis años…

(3) Ojey, siendo deleznablemente honesto, en el fondo me guardo una grossa vanidad, cuya cúspide es el cuidado mesiánico que le profeso a mi cabello. Poniéndonos pubertos, no es la parte favorita de mi envoltura, pero sentirlo sucio o enredado me produce ansiedad, angustia y desesperación (olé). He llegado a lavármelo hasta tres veces en un día caluroso, a escondidas, como si fuera un yonki con sus pipas metidas en los calzones. Cargo bolsitas de shampoo como si fueran yerba. No sé a quien carajo pueda importarle esto, pero ayer, en un exquisito trance inducido por el percodan de mi Psiquiatra/Dealer, pasé cuarenta minutos frente al espejo recorriendo las suaves líneas de mi delicado cabello, regodeándome en sus claroscuros y en los coquetos mechones que no puedo controlar. Y sí, es tan enfermo como se lee. (Ahora comprendéis porque escribir en este H. blog es mejor que cualquier grupo AA?)

(4) Ayer, fui al Conservatorio, a una charla para aspirantes. Ni muerto me atrevería a plantarme frente a los sinodales del orto con mi violín para probarles que Tartini no caga agüilla en su tumba al tocarles su Sonata 24 (okey, muerto es una posibilidad, si vuelvo a la vida en plan George A. Romero). Pa’ lo que voy es para canto lírico. Venga, que quiero dejar a Rolando Villazòn como si fuera Justin Bieber.

La cosa es que había un mogollón de guitarristas, reconocibles desde Alfa Centauri. ¿Acaso la fauna pluricelular agolpada en sus desgreñadas melenas llamaba la atención? ¿O era el exceso de cuero que le mojaría el higo a Catwoman? Nop. Era porque la mayoría de los guitarros que vi ayer estaban al nivel de masculinidad de Macaulay Culkin. Vale, que lucían tan masculinos como una canción de Mijares. Desde entonces me siento confundido: ¿no se supone que los guitarros son por antonomasia machos sementales de gruesos labios, los dientes amarillos y la voz aguardentosa, metiendo la polla allí donde otras pollas no pueden entrar?

(5) Okey, he decidido que este sea un post corto. Así en honor a la verdad, no me mola pensar en otra cosa que no sea la chinga tamaño jumbo que me espera en exactamente nueve horas.

(6) Hoy fui de shopping a una plaza pija. A las nueve de la noche. En domingo. En ofertas. En los probadores, me saqué la camisa. Un sujeto en el que no había reparado me soltó “¿vas al gimnasio?”. Ágil como un ninja, repliqué “que te den por culo”, y me giré para acribillarlo con esos ojos que les reservo a los testigos de Jehová y los que venden Cicatricure en el metro. El tipo me estaba follando con la mirada.

Y no sería importante de no ser porque los pocos meses que pretendí ir a un gym a ponerme más sabroso que una coca-cola en semana santa, un par de personas me dijeron “oye, cómo que engordaste, chavo”. Necesito juntarme con gente que conozca la hipocresía, carajo.

(7) Conocí a un argentino que eventualmente morirá ahogado en su propio ego. Conocí a un fisicoculturista incapaz de hablar fuera de la tercera persona. Conocí a un travesti que usa el tanga de su hermana y se mete calcetines en el sujetador. Conocí a una japonesa afecta al cosplay de Hello Kitty con un padre tan gordo que no me sorprendería que tuviese orbitas. VIVAN LOS ESTEROTIPOS, JODER.

(8) Fui al concierto de Radaid en el Lunario. Me gané boletos en el periódico Reforma, y tuve que usar mis poderes de persuasión (esto, emplear la palabra “puta” en todos los oximorones posibles y retorcerme el dobladillo de la remera) para que me dieran los pases dobles que habían prometido en vez de un sencillo y foreveralone boleto sencillo.

Tendría que hacer una reseña en toda regla, pero en mi cabeza resuenan los platillos de un mono con chaleco rojo, y estos chavales se merecen algo más que un obtuso repaso al setlist con muchos “flipao”. Por el momento basta decir que nunca había visto una banda tocar con más huevos sobre un escenario, y que después de escuchar Shine en vivo, me puede partir un puto rayo. Jurado.

(9) Dizque tengo tumblr, pero no he posteado sino tres mino-posts de prueba. He querido empezarlo en serio para satisfacer mi necesidad de posts no tan grandes como las estupideces que publico aquí, y no tan cortos como los que pongo en mi tuiter. En estos días me pondré a ello. Será parte de mi campaña de marketing onanista y autosuficiente.

(10) Estoy leyendo los posts que escribí hace nueve meses. Me aterra descubrir que no ha cambiado absolutamente nada. Y que de alguna forma me las he ingeniado para seguir escribiendo episódicamente y mantener el interés de los pocos que le ponen atención a la basura que publico…

(11) …Okey, ahora es en serio: volveré a postear como si se me fuese la vida en ello. Quiero que cuando tenga setenta años, mis nietos se abstengan de cortarme el oxígeno o tirarme por las escaleras al leer aprendizdesamsa y ser percaten de lo copado que era el abuelo Yess en sus años mozos.

(12) Finalmente vi Notes on a Scandal. Cate Blanchett es una profesora de Arte que sostiene un affair con uno de sus alumnos púberes, y Judi Dench una superior frígida y desesperada por contacto humano. Los elogios a la señora Dench sobran: es más grande que la luna misma. Vi la peli porque Cate Blanchett es mi actriz favorita de tofos los tiempos. Capaz de interpretar a un duende de Tolkien, a Audrey Hepburn, a una gringa chauvinista y a Bob Dylan sin sudar una gota. Hermosa de aquí a la estratósfera. Elegante y refinada. Con todo el encanto y misticismo de la vieja guardia de Hollywood, pero sin soltar esa idiosincrasia europea y el rigor de los histriones británicos.


(Vale, en realidad sòlo quería poner una foto suya.)

(12) Juro por Chuck que iba a seguir dale-que-te-pego con mis aquelarres aleatorios, pero esta mañana me he quedado dormido en la biblioteca Vasconcelos. Otra vez. Y ahora no fue la resaca, sino la puta mosca que anoche estaba decidida a follarme sin mi consentimiento. Además, en teoría debo estar descansado y fresco y audaz para el examen.

Igual y y el descanso embellecedor me chupa un huevo. Pero estoy demasiado nervioso para escribir otra cosa. De forma que termino de soltar chorradicas al ratòn.

Samsa Off.


(arriba) Black Crow, de Alex Evans.

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