i love New York.



(Tengo tres libros en la bolsa que me muero por leer. So, hoy no me explayaré con relleno y trivialidades que a nadie (mucho menos a mi) le interesan.)

No pasé al CCC. No pasé a la UAM. Oficialmente me he sentido el Desempleado Promedio y el Fracaso Abismal mas perfecto de mi generación. Tuve un colapso nervioso. Me empastillé felizmente escuchando a la Velvet Underground durante largos días. Las cosas que creí que me harían felices, las personas que supuse podía querer, se me hicieron pedazos muy pequeños. Empiezo a creerme que en verdad terminare sólo, sin esa conexión sentimental simple y casual que me late tener, y moriré en un charco de menudencias devorado por un perro pastor alemán.

Conseguí trabajo en una librería. Cabe señalar: uno de mis sueños, además del nobel de economía y ser la primera persona no brasileña en viajar en el tiempo, es trabajar en una librería. Mi jefa fue la versión femenina de Lotso, pero con falda plisada. Me pagarían $2,000 pavos al mes, siete días a la semana, con treinta insulsos minutos para comer. Empecé el lunes, me robé dos libros de Joyce, y renuncié el martes. Perseguí un delicioso trabajo como diseñador web. Cabe señalar: uno de mis sueños, además de follarme a Jared Leto en una hamaca en Ibiza, es trabajar como diseñador gráfico. Una semana de tensión y gritos y grandes esperanzas terminó el quince de septiembre, con un "¡GRACIAS, sigue participando!" en el mail. Puntos extras como el Desempleado Promedio mas logrado de la posguerra. Me empastillé, me la casqué escuchando My Bloody Valentine. Empiezo a creer que terminaré en una fosa común después de ahogarme con uno de esos asquerosos nesteas en el cubículo de un anodino edificio de una mega corporación sin ilusiones o humanidad. Como el Paul Giamatti de Storytelling, pero con cabello mas bonito.

Lo único que me detiene a cortarme las venas con mis queridas tijeras en zig-zag es el pánico a terminar en as estadísticas de vacuos adolescentillos que se cuelgan de la regadera porque su novia, su osito de peluche o Robert Pattinson le ponen el cuerno con su primo chulesco. Tal vez yo sea poca cosa, pero definitivamente tengo mejores motivos para matarme que un primo chulesco y pasión de bling-blings.

La otra cosa es mi novela. No mi odisea irónica/apocalíptica en stand by, sino un cuentico que dejé macerando durante un par de años, y un mal día, cuando decidí terminarlo de una puta vez, se convirtió en mi nuevo little eartquake. Es una delicada e íntima historia sobre niños asexuales, psicópatas con hoyuelos, síndrome de Estocolmo y la alienación infantil. Y la amo, joder. Amo la redefinición de mi estilo pomposo y atascado. Amo que mi protagonista sea un pequeño hijo de perra sin identidad, extraviado. Amo que sea tan yo, sin ser Yess a la octava potencia. Empiezo a creer que esta mona historia de crímenes puede ser lo que siempre quise crear.

Finalmente: me voy a New York. Así, tal cual. Antes de febrero estaré caminando por la Quinta Avenida a ritmo de Alanis Morrisette, comprando sábanas jodidamente caras en Ikea, bebiendo tequila azul en copas altas en los bares del SoHo, rodando desnudo afuera del Studio 54. Voy a hacer la vida que hasta ahora todos me prometen pero no ha llegado. Voy a inventarme esa puñetera oportunidad que todos me adjudican a mí, a mi talento, al Mejor Fuckin Artista de Todos los Tiempos, al Misty Wilmot del bicentenario. Léase que estoy harto de ver cómo me sonríen, me elogian, y se niegan a decirme cuando empezaré a vivir de verdad.

Por tanto, huyo a New York. Como soñé desde niño. Como en las películas. Como en las canciones. Soy el Karl Rossmann de Chilangolandia. La April Wheeler de la desencantada zona metropolitana. Soy mi propia Miranda Priestly. Soy un pequeño y güero Houdini en ascuas. Y a quien vuelva a sacar eso de mi inconmensurable, fantástico, indecible, imposible, magnánimo talento que no me ha llevado a ninguna parte, le saco los ojos y hago que se los trague con gasolina.

Empiezo a creer que mi talento, mi único talento es escapar. Presto.

(1)

(1) Mi canción de la semana. Le voy a hacer un cover shoegaze, he dicho.
(arriba) Walk in New York, de Gabriela Sołowiej.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ohhh esta genial ! me gusto esa critica ácida a la dolescencia mexicana.

Little pet dijo...

No sé nada de ti pero ¿acaso importa?, tienes lo que yo perdí, huevos. De adolescente era como tú, irreverente, decidida a buscar mis sueños y fui tras ellos, hoy a mis 30 me doy cuenta que soy editora, madre, con mi lana pa hacer lo que quiero pero ohhh carezco de vida propia, de mi tiempo pa sentarme una tarde a leer, pensar y escribir. Sigue tus sueños, siempre, pero no te pierdas en ellos. Hoy quiero ser como tú, irreverente y libre. Por cierto que por alguna razón me he acordado de Ignatius J. Reilly, personaje fantástico de La conjura de los necios del incomprendido John Kennedy Toole. En fin... saludos irreverentes!

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