amarlo duele...

Adoro a Michael Haneke. Y no lo digo en sentido figurado. Lo adoro. Antes de descubrirlo, ninguna película había removido de tal forma mis entrañas; ningún fotograma había congelado mi sangre, ninguna secuencia me había obligado a cuestionar seriamente lo putrefactos que somos como seres espectadores, y aun mas aterrador, como seres humanos. Me cago en quienes digan que es pretencioso, mamón y que no sabe hacer finales decentes: no existe nadie que quede fresco y de buenas después de la madriza emocional que el genio alemán deposita sobre su humilde y civilizada persona.

Ergo, me encanta
La Pianiste. Y si algo me encanta todavia mas es hablar sobre esa joya... considérese (x) a todos, TODOS aquellos quienes escuchan esa película de mi boca, sin excepción.

(x): "que si, que no, el magialacachimba..."
Yess: "¿sabes? Hay una película francesa llamada La Pianista..."
(x): "¿que no es El Pianista?"
Yess: "emmm... no, también hay La Pianista, de Michael Haneke."
(x): "…"
Yess: "Isabelle Huppert."
(x): "…"
Yess: "Chopin..."
(x): "ay, no sé, pero El Pianista me hizo llorar, esta buenísima."

No tengo nada contra
The Pianist (a pesar de que envejece bastante, bastante mal), y a Polanski le beso los chacos hasta cansarme...
Pero, seamos realistas: esta única escena vale por esas tres horas de Adrien Brody lloriqueando y haciendo playback.


Ahora bien: este minuto final de metraje, la helada y ajena mirada de Huppert, esos tres cortes fijos de Haneke, valen por toda la historia del cine y las almas destrozadas... es el final-final, ¿eh?


Haneke firma tragedias exahumanas, y yo me dejo pisotear. Bendito sea.

p.d.01: en Tengo Boca y Debo Gritar (nombre mas bello...), el jefe Crowley inició un exhaustivo análisis sobre el buen Michael. Tomen asiento.

1 comentarios:

sangrefria dijo...

¡Mentira!, dijiste lo mismo cuando conociste a Kubrick y hasta más.

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